“170 aniversario”
2 junio 2022Era la tarde del 27 de mayo de 2022, cuando iniciábamos el Año del 170 Aniversario de la llegada, a Santiago de Cuba, de María Antonia París y sus compañeras, con una Eucaristía en la Iglesia del Carmen. Presidio la Eucaristia, Juventino Rodríguez, concelebraron Kelvin Adames y Jusùs Marìa Amatraia, claretianos, y el P. Martin Chavarria, rector del Seminario diocesano de san Basilo y Jordi, profesor invitado de la facultad de san Damaso, Madrid. Ademàs nos acompañaron en la celebraciòn, los claretianos Xavier Thipousius y Manolo Pliego.
Las hermanas habían sido invitadas, por el Arzobispo Claret, a venir a su Arquidiócesis. En su Autobiografía, María Antonia nos dice: “Esta carta la recibí yo como un llamamiento expreso de Dios… así no dudé era este Nuevo Mundo, el punto en donde tenía determinado, Dios Nuestro Señor, dar principio a su obra”.
A muchos les surgía la pregunta: ¿por qué en la Iglesia del Carmen?. Sencillamente porque, a la llegada de las hermanas, el 26 de mayo de 1852, el Arzobispo Claret les habían preparado una casa, en el Callejón del Carmen, y ésta fue la primera casa, el primer hogar, el primer colegio de la Congregación… Por eso celebrar la Eucaristía en esta iglesia tenia especial sentido y nos ayudaba a hacer “memoria” de ¡tanto bien recibido! a lo largo de estos 170 años…
Vivimos la eucaristía como una “celebración de familia”. En ella participamos las claretianas de Santiago y Guantánamo, los Hijos del Inmaculado Corazón de María, también de Santiago, Guantánamo y Songo La Maya; la Familia Laical Claretiana, ex alumnas de nuestros colegios en Cuba, miembros de la parroquia de Trinidad, del Centro Claret… Nos acompañó el Seminario de San Basilio, y tantos otros con quienes, trabajando en distintas áreas pastorales, y hacemos camino como Familia Eclesial diocesana,
Hubo una numerosa participación en la organización y preparación inmediata, por eso la vivimos como una celebración “sinodal”.
Quisimos resaltar en ella, la entronización solemne de la Palabra, ya que el Ministerio de la Palabra debe ser el centro de la acción pastoral de esta “familia”.
Como toda Eucaristía, fue una celebración de acción de gracias. En primer lugar a Dios, por su presencia cercana y fortalecedora en aquellas cinco jóvenes que abandonaban todo lo conocido y se lanzaban “mar adentro” solo con la seguridad de que Dios tenia para ellas un plan, una misión, y que quería realizarlo en este “nuevo mundo”, lejano, desconocido, extraño, diferente… Nada amedrentó a las hermanas. Frente al miedo, la inseguridad, el riesgo de fracaso… estaba, Dios Padre “llevándolas en la palma de su mano”. También agradecíamos como Dios “nos ha conducido” a lo largo de tantos años y pedíamos la gracia de sabernos, como nuestra Fundadora: “cierta y segurísima que a Dios nunca le faltan medios ni en el mar ni en la tierra, para socorrer las necesidades de sus hijos, hasta en aquel espacio inmenso de aguas, en donde no teníamos otro refugio que las encrespadas olas… La memoria de los peligros de que Dios nos había librado, ensanchaba más y más la esperanza en mi Dios…”
En la Eucaristía, pedíamos, que también a todos nosotros, el Señor nos concediera la misma valentía, disponibilidad a la salida misionera, confianza en su paternal providencia, capacidad de riesgo, con las que bendijo a la Madre París y sus compañeras.