Una sola familia: mujeres hermanadas porque convocadas por Dios a la misma misión. De diversas edades, culturas, tradiciones, lenguas encontramos en la comunión la fuerza humana, apostólica, formativa, espiritual. Vivimos en comunidad donde compartimos la fe, la vocación claretiana, los proyectos, los bienes y talentos… También aprendemos a superar nuestras limitaciones y fragilidades.
La vida de familia conlleva momentos de encuentros, de oración participada, de escucha de la Palabra de Dios, Eucaristía, trabajo. Pero sobre todo es una relación fraterna en fe que dinamiza nuestro envío y servicio misionero. Nuestras comunidades son sencillas, abiertas, acogedoras.
La vida en comunidad requiere una dosis de madurez, de aceptación de convivencia multicultural y disponibilidad al cambio, pues nuestra pertenencia a una comunidad es temporal.
Una familia para la Evangelización ha sido el sueño de los Fundadores que va más allá de la comunidad de las que somos consagradas. El carisma claretiano (Claret y Paris) no es propiedad de las claretianas. Todo quien encuentra en este espíritu un camino de vida en valores evangélicos o de servicio a la Iglesia misionera, al estilo de los apóstoles, forma parte de esta familia según su vocación personal.
Junto con otros institutos, inspirados en el carisma de Claret formamos Familia Claretiana.