En los caminos de Claret y París
24 enero 2020El E.VOC.ANDO Cuba 2020 sigue su marcha. El 17 de enero el grupo llegó a la Habana para iniciar la segunda parte del itinerario.
Son muchas, diversas e intensas las experiencias vividas en Santiago. Desde la profundidad del compartir acompañadas por Ana María, Lia y Soledad en lo que se refiere a la reflexión e interiorización en este “hacer camino con los Fundadores” como el encuentro con los lugares, espacios, personas que de un modo u otro nos hablan de sus vidas en Santiago de Cuba: el muelle, junto a la Marina, donde desembarcaron María Antonia y sus compañeras, el recorrido hacia la primera vivienda en el callejón del Carmen y la iglesia del mismo nombre, el colegio y la comunidad donde se realizó la fundación del Instituto y la llegada a la actual comunidad, embargadas de emoción.
Visitamos la Iglesia de Santo Tomás, la Catedral (que guarda preciados recuerdos de Claret), el antiguo seminario, la iglesia de San Francisco, lugar de convocatoria en la época de Claret para oír sus sermones. La visita a Holguín, Gibaras y el saludo a la Virgen de la Caridad (Barajagua) de regreso a Santiago.
Celebramos la eucarística en la Catedral de Guantánamo, donde el Fundador llegaba en visita pastoral y tuvimos la posibilidad de ver algunos libros donde constan actas de matrimonio que llevan la firma del arzobispo Claret. Todo ello con la grata y fraterna compañía de los padres claretianos de la Milagrosa y nuestras hermanas de la comunidad de Guantánamo. De regreso visitamos La Maya donde desde hace unos años existe otra comunidad de claretianos que atienden una amplia zona de comunidades rurales.
El 16 anticipamos la celebración de la memoria de la Pascua de Madre Fundadora junto a un grupo de exalumnas de nuestro colegio de Santiago (que aún hoy funciona como escuela del estado) y coordinadores de la Familia Laical Claretiana con quienes compartimos una emotiva eucaristía presidida por Monseñor Dionisio, quien se acercó a nuestra casa para compartir y agradecer juntos el carisma que hemos recibido como don y que con la gracia de Dios, estamos invitados y comprometidos a hacer crecer allí donde Dios mismo nos ha enviado.
¡Gracias Dios mío, por tanto bien recibido!