Sábado Santo: Del Silencio a la Luz

18 abril 2025

EL SÁBADO SANTO es un día sin celebraciones litúrgicas. Es el día del Gran Silencio Jesús ha muerto la víspera. Al atardecer, su cuerpo ha sido sepultado en la tumba sellada, cercana al Calvario. Si, Jesús verdaderamente ha muerto. En el monte Calvario, está la cruz de Cristo, desnuda, silenciosa… Hay silencio. Sus discípulos callan, sienten el dolor, la ausencia, el fracaso… y se ocultan porque tienen miedo. Las discípulas también callan… pero activas en su dolor, van a preparar ungüentos para cuando termine el Shabbat, volver al sepulcro para ungir a Jesús muerto…Con ellas, María, la Madre, guarda todo en su corazón dolorido que repite orando, su aceptación amorosa de fe: “hágase en mí tu Palabra”.

Es Sábado Santo “el día del silencio de Dios”. Pero no es realmente silencio. Es que Él habla de manera diferente. Hay que saber escuchar ese silencio de Dios. Solo el orante, es capaz de descubrir la voz de su Señor en el silencio. El silencio de Dios está en toda la experiencia bíblica. Y el que profundiza en el modo de hablar de Dios, que no es ruido, ni terremoto, ni estruendo, ni fuego, sino susurro de brisa suave, (cfr. 1Re 11,11-13), puede experimentar la brisa del Espíritu de la Vida, que está sobre la muerte, sobre la desesperanza, y sobre el aparente fracaso de la cruz. Hay que aprender a escuchar la voz del silencio de Dios. Está en la voz del que cae o fracasa, en el dolor, en la sinrazón de la violencia y la guerra, en el hambre, en la insolidaridad con el pobre, en la injusticia y la muerte… Ahí, en esta historia de cruz está muriendo Jesús. “Ojalá escuchemos hoy la voz de Dios” dice el Salmo 95,7. El orante hoy “ve” y “percibe” el hablar de Dios desde el fracaso del Gólgota y desde el silencio de una tumba en espera del Amor que vence la muerte y trae la plenitud de “Vida Nueva”: su Pascua. Hagamos nuestras las palabras del mundo de muerte de hoy con Job quien con voz dolorida y en tremenda soledad exclama: “Te invoco y no escuchas mi voz” “Tu no respondes” (Jb 19,20) y con el creyente del Salmo 22, y del mismo Jesús en la Cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?” Hoy, hemos de orar desde el silencio del Justo, perseguido a muerte, victimizado en la Cruz, “entregado por nuestros delitos”. (cf, Rom 4,25). Esta oración silente se hace contemplando la Cruz del Gólgota presente en las cruces de hoy; en la cruz de Jesús, está la clave de la interpretación de su vida y la fuente de su poder salvador. La autenticidad de la fe se mide siempre por la actitud ante la muerte, enraizada en su Pascua, fuerza que da vida. La comunidad creyente de hoy, vive el profundo silencio de este día de sábado Santo, en espera de su Pascua, la que da sentido pleno a todo dolor, a todo desequilibrio histórico y nos compromete con el dinamismo misionero de su Reino.

Escuchar hoy ese “hablar de Dios”. Descubrir Su voz en el silencio. Reconocer su Palabra viva que está detrás de la contradicción, del dolor, de la enfermedad y aún de la misma muerte. Aprender a leer en nuestra realidad el lento pero exigente camino de la superación del egoísmo, de la búsqueda de superficialidades vacías, el de las valoraciones del triunfo, del poder, del inmediatismo exitoso, y auto gratificante. Hoy su silencio de entrega tiene voz: Es un silencio que enseña a vivir el misterio de la Cruz y de la espera de la Vida Nueva, en la entrega del Crucificado-Resucitado. Hoy, en el silencio de Dios, se entiende, el secreto de su Cruz y de la Muerte del Justo, que habla y revela

amorosamente dónde está la Vida plena, la del Amor entregado. Comprenderemos entonces el valor misterioso del dolor, del don al otro, del perdón, de la fraternidad, de la equidad y de la solidaridad con los crucificados de la historia, en seguimiento cercano de Aquel que ha dado su Vida como verdadera Palabra de Dios que enjuicia y libera plenamente la historia.

Día de orar en silencio: de sentirnos profundamente amados por El, hasta el extremo de darnos su vida y de resignificar el reverso de una historia de desesperanza, de sufrimiento, de angustia, de muerte. Porque todo en Él, cobra sentido. Jesús entra en la hondura del sinsentido del sufrimiento y de la muerte, para transformarlo en vida y mostrar la verdadera esperanza: la del amor. María Antonia París lo comprendió profundamente cuando escribe la síntesis de su vida: “Todo me lo enseñó el Señor desde el árbol de la Cruz”. De la Cruz a la luz. De la muerte a la Vida. En Él, todo cobra valor y nos habla con la Voz de Dios. Es la buena noticia de la Pascua, la de la justicia y de la plenitud, la de la activa esperanza en Él.

En estos días se está distribuyendo el texto María Antonia París amiga y compañera de camino.