Dimensión apostólica de la espiritualidad misioneras claretianas

29 marzo 2017

LA

DIMENSION APOSTOLICA EN CLARET Y PARIS:

APOSTOLES DE JESUCRISTO

Introducción

            Antes de abordar el tema de la dimensión apostólica en nuestros fundadores, hemos de comenzar por definir nuestra comprensión de “lo apostólico.” Dice el evangelio de San Lucas (6,12-13): Jesús fue a un cerro a orar, y pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a quienes llamó APOSTOLES (πόστολος, apostolos)[1]. Etimológicamente “apóstol” significa “enviado.” Las referencias neotestamentarias a los Apóstoles hablan de su vida y misión, de sus aciertos y muchos desaciertos en cuanto a lo que significaba seguir a Jesús y anunciar su Reino. En los años formativos con Jesús, desde que los llama hasta la resurrección, la interacción se centra mucho más en comprender la novedad de Jesús y el Reino que en explicar la tarea que les encomienda. Ser apóstoles (enviados) no se reduce a un hacer, sino a un modo de ser y de llevar a cabo la misión, implica una convivencia y una relación especial con Jesús. Cuando Jesús les llama, les invita a estar con El (como grupo) y les envía a anunciar la Buena Noticia (Mc. 3,13).

            A lo largo de la historia de la vida religiosa el seguimiento de Jesús ha estado íntimamente unido a la entrega a los demás o alguna forma de apostolado[2]. En los primeros siglos, los cristianos en medio de grandes peligros practicaban la caridad y sobre todo anunciaban a Jesús. Cuando cesan las persecuciones y el martirio deja de ser la forma clara de testimoniar el amor radical por Cristo, surge el monacato, que en muchas de sus expresiones incluía algún tipo de servicio apostólico. En la Edad Media, con el nacimiento del movimiento de vita apostolica, se reaviva el ideal de vida a imitación de los apóstoles que implicaba la dimensión de acción evangelizadora o de servicio al necesitado y la vida evangélica caracterizada por la pobreza y vida común. Para estos grupos fue claro lo que Kart Rahner ha expresado: el amor al prójimo no es el resultado del amor a Dios, sino una forma concreta de amar a Dios[3]. Sin embargo, este servicio al prójimo e incluso el compromiso por la justicia o el Reino, aunque parte integrante del seguimiento de Jesús en la vida consagrada, no son su razón última, ya que hoy más que nunca, desde cualquier estado de vida se puede y debe vivir. La característica que distingue a la vida religiosa es el compromiso exclusivo de la búsqueda de Dios centrada en Jesucristo como centro afectivo de la vida.[4] Esto conlleva una particular comunión de amor con Él, constituido el centro de la vida y fuente continua de toda iniciativa. El documento Caminar desde Cristo dice que la vida consagrada es especial seguimiento de Cristo, «memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús como Verbo encarnado ante el Padre y ante los hermanos»…es una vida «afianzada por Cristo».[5] Este compromiso total con Cristo implica un compromiso total con el Reino, con la misión, no como un desbordamiento ni reemplazo de ese amor a Dios,[6] sino como su expresión. Así lo vivieron los primeros discípulos, de su relación con Jesús nació el envío: “Como el Padre me envió, así os envío yo.” (Jn 17, 18). [7]

            En esta presentación queremos enfocar la dimensión apostólica de nuestros fundadores en lo que esta implica de forma de vida y acción evangelizadora. Esta reflexión se centrará en comprender lo que significa ser “Apóstoles de Jesucristo,” especialmente como los fundadores lo expresaron en dos textos: Carta al Misionero Teófilo (Claret) y el Misionero Apostólico (Antonia Paris). Después de presentar ambos textos, buscaremos identificar los rasgos más significativos del carisma apostólico de Claret y París, tal y como aparecen estos textos, en otros escritos y los que podemos leer en sus actitudes y opciones. Finalmente nos preguntaremos qué significa para nosotras hoy ser “apóstoles de Jesucristo.” No pretendemos hacer un estudio exhaustivo de este tema, sino simplemente explorar lo que hay de común en la visión apostólica de los fundadores y dejarnos interpelar por sus intuiciones para responder desde la realidad del mundo de hoy.

I.LA FUENTE DE LA PASION

       En última instancia la fuente de la pasión apostólica es la pasión por Dios que se expresa en el amor al prójimo. Es la concreción de ese amor que ha tomado toda la vida. Por otro lado, existe también una llamada que viene de la realidad misma, situaciones que despiertan una inquietud, que retan y exigen una respuesta. Este llamado de la realidad ha sido una constante en múltiples personajes a lo largo de la historia sagrada. Moisés experimenta el sufrimiento de su pueblo e incluso mata al egipcio por defender a uno de los suyos, más adelante esa llamada de la realidad se vuelve misión cuando el Señor le llama y le envía a liberar a su pueblo.[8]

      La experiencia de la llamada de la realidad, esas inquietudes profundas de cada persona, posiblemente puestas ahí por el mismo Dios, marcan en gran medida el carácter de la respuesta apostólica, por eso comenzaremos remontándonos a los orígenes de la inquietud apostólica en Claret y Paris, para ver cómo esta motivación primera va a determinar los rasgos de su respuesta.

  1. A.En San Antonio Ma. Claret

                 Entre las primeras memorias de su infancia que relata San Antonio Ma. Claret se    encuentra la preocupación por las almas que se pierden para toda la eternidad:

…pensaba en la eternidad, pensaba siempre, siempre, siempre; me figuraba unas distancias enormes, a éstas añadía otras y otras, y al ver que no alcanzaba al fin, me estremecía, y pensaba: los que tengan la desgracia de ir a la eternidad de penas, ¿jamás acabarán el penar, siempre tendrán que sufrir? ¡Sí, siempre, siempre tendrán que penar…![9]       

            El P. Lozano dice que posiblemente el padre de Antonio habría hecho a uno de sus hermanos mayores leerle el opúsculo El Bon Día i la Bona Nit en que se repetían mucho aquellas palabras: “siempre, siempre, siempre.” Concluye el P. Lozano: “Con dones pedagógicos Dios lo estaba encaminado, aunque el niño no lo supiera, hacia su misión.”[10]

Esta idea de la eternidad desgraciada que empezó en mí desde los 5 años con muchísima viveza y que siempre más la he tenido muy presente, y que, Dios mediante no se me olvidará jamás, es el resorte y aguijón de mi celo para la salvación de las almas.[11]

            Una y otra vez repite este mismo pensamiento que explica el fuego que le mueve a evangelizar por todos los medios.

Esta misma idea es la que más me ha hecho y me hace trabajar aún, y me hará trabajar mientras viva en la conversión de los pecadores, en el púlpito, en el confesionario, por medio de libros, estampas, hojas volantes, conversaciones familiares, etc., etc. [12]

            Podríamos decir que desde que Claret tiene uso de razón siente el impulso apostólico que durará toda su vida, el que le quita el sueño y no le deja estar tranquilo pensando en cómo transmitir a todos el mensaje de salvación. Este celo por la salvación de las almas está íntimamente unido a su amor por el Señor y su deseo de que sea amado y conocido de toda criatura. Sin embargo esta motivación surge en un segundo momento:

A este estímulo, con el tiempo se añadió otro que después explicaré, y es pensar que el pecado no sólo hace condenar a mi prójimo, sino que principalmente es injuria a Dios, que es mi Padre ¡Ah! Esta idea me parte el corazón de pena y me hace correr como… Y me digo: si un pecado es de una malicia infinita, el impedir un pecado es impedir una injuria infinita a mi Dios, a mi buen Padre”.[13]

            Para el P. Fundador la imagen de Cristo con la que más se identificaba era la de Cristo predicador[14] y misionero, los santos que mas le inspiraban eran los grandes predicadores y misioneros. A este tema dedica todo el capítulo XII de su Autobiografía.[15] Refiero al trabajo hecho por Hortensia en el que desarrolla la vocación de Misionero Apostólico en el Padre Fundador.

  1. B.En Antonia París

            En cambio en la Madre Paris, la primera experiencia que podemos documentar de esta preocupación apostólica es la Visión Inicial. Lo que le arranca esa primera oración es el grave estado de la Iglesia en cuanto a los ataques que sufría de parte de los gobiernos, pero pronto el Señor le hará tornar su mirada no a los ataques exteriores, sino al mal que anida en el corazón de la Iglesia. Desde este momento, toda su preocupación y motivación apostólica se cifrará en la renovación de la Iglesia, comenzando con la vida religiosa.

            Se da en ella un movimiento circular en la relación entre Cristo y su Iglesia. La preocupación por la Iglesia le lleva a la oración y desde ese encuentro con Cristo ella descubre en El otra cara de la Iglesia que desconocía, o mas bien la verdadera raíz de sus males. Es a partir de este momento que su relación con el Señor entra en una fase de mayor intimidad, como ella misma nos lo dirá: Desde entonces me ha hecho la gracia Nuestro Señor de tenerlo siempre presente, y una muy íntima comunicación con Su Divina Majestad.[16]

            Aunque ella con frecuencia nos dice, “todo lo vi en Cristo crucificado,[17] denotando el aspecto cristocéntrico de su experiencia religiosa, el movimiento inicial como se ha dicho mas arriba no es de Cristo a la Iglesia, sino de la Iglesia (problemática externa) a Cristo[18] (Au 2, 19) y en Cristo redescubre a la Iglesia (problemática interna).

            El punto de partida tanto en la Madre fundadora como en el Padre fundador es la realidad de la persona, la realidad de la Iglesia. Ambos son ejemplos de una verdadera espiritualidad encarnada, personas que viven plenamente en su tiempo y abrazan las dificultades de la época.


  1. C.Respuesta a la pasión

            A grandes rasgos podemos decir que esta experiencia en Claret, será la raíz de su marcada vocación misionera, es la manera como él responde a esta inquietud por la salvación de las almas. Esto conlleva una vida coherente con el mensaje que anuncia, desde una configuración con Cristo misionero.

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            La respuesta de la Madre tendrá varias esferas de concreción:

  1. Nivel personal

            Me mostró el Señor su santa ley y me pidió que los cumpliera con toda perfección. Pero no sólo se la mostró, sino que se la imprimió en el alma.[19] En la vivencia personal hay otros dos matices que caracterizan su respuesta: se siente invitada a sufrir por la Iglesia y a desposarse con ella.

            Mientras que para Claret abrazar la pasión de Cristo equivale a abrazar los sufrimientos apostólicos a los que debe estar dispuesto el misionero, para la Madre el sufrir con Cristo tiene un carácter sobre todo místico. No obstante ella no escatima trabajos ni fatigas en la obra que se le ha confiado.

           

  1. Nivel congregacional:

            Antonia recibe siente el llamado a transmitir a otros este modo de vida, el Señor le pide Una orden nueva, no nueva en la doctrina, sino en la práctica. La nueva Orden es el primer medio que Dios le inspira como instrumento de renovación de la Iglesia. Contribuirá a la renovación a través de la vivencia radical de los consejos evangélicos y del anuncio de la buena noticia hasta sus últimas consecuencias.

  1. Nivel Eclesial:

            Finalmente su inquietud apostólica abarca toda la Iglesia: se trata de poner en pie el Evangelio a través de la renovación de la Iglesia que se ha de llevar a cabo a través los Puntos para la Reforma (además de la nueva Orden). Dado a que el tema de la renovación de la Iglesia ha sido ampliamente desarrollado en otro estudio, centraremos nuestra atención en lo que significa ser Apóstoles de Jesucristo.

  1. II.APOSTOLES DE JESUCRISTO
    1. A.Título de la Nueva Orden

    Cuando la Madre Fundadora recibe la inspiración de fundar una “nueva orden,” el Señor le da a conocer el título de la misma: “Y aquí me dio Nuestro Señor la traza de toda la Orden y me dijo que se había de llamar: Apóstoles de Jesucristo a imitación de la Purísima Virgen María.” Este título que se conserva en las Reglas fundamentales llevadas a la Santa Sede en 1860,[20] se modificará a partir de entonces por el de Instituto Apostólico de la Inmaculada Concepción de María Santísima que aparecerá por primera vez en las Reglas de 1862. Sin embargo la nueva formulación del título conservará los dos elementos esenciales: la dimensión apostólica y la dedicación a la Virgen, específicamente bajo el misterio de la Inmaculada Concepción, como la Madre descubre cada vez mas claramente.[21]

   

    Tal es la importancia de carácter apostólico, que con frecuencia la Madre se referirá a los miembros de la Orden con el nombre de Nuevos Apóstoles.[22] También utilizará el término para referirse a la rama masculina de la Orden,[23] que era parte de la visión original de la nueva orden. “Mis segundos apóstoles han de ser copia viva de los primeros en el nombre como en las obras….”[24] Nos dice le P. Alvarez que “esta nueva apostolicidad le incumbe, no solamente al P. Claret, sino a esa nueva orden que el Señor le ha mandado a fundar”[25]

  1. B.Los Apóstoles en la Madre Fundadora

            La referencia a los Apóstoles será continua en todos sus escritos, ella misma se identifica con el Apóstol San Pedro en cuya festividad fue bautizada y a quien atribuye su milagrosa recuperación al nacer. Mas de una vez recibió gracias especiales en fiestas de los Apóstoles:

Una mañana, día de San Andrés Apóstol, después de comulgar me dijo el Señor cómo el Padre Claret congregado con sus hijos en el orden de Apóstoles de Jesucristo, será la estrella que con su clara y apostólica doctrina disipará la ignorancia de nuestro siglo[26]

            En una fiesta de los Apóstoles San Pedro y San Pablo tiene la visión en que ve al Señor caminando con los Apóstoles: San Pedro y San Pablo siempre estuvieron a la parte de mi mano izquierda, dándome grandísimo consuelo; y aun ahora cuando me acuerdo me da mucho ánimo en las dificultades que se me ofrecen. [27]

            En las Constituciones propone que se lean los Hechos de los Apóstoles en las comidas.[28] Todas las religiosas llevarán el nombre de un apóstol.[29]

  1. C.“A imitación de los Apóstoles”

      El Blanco y Fin califica la forma como ha de llevarse a cabo la misión de “trabajar hasta morir en enseñar a toda criatura la Ley Santa del Señor.” Ha de ser a imitación de los apóstoles. Esta es una de las modificaciones que hace la Madre Fundadora al Blanco y Fin de la Compañía de María. Allí aparece esta vertiente apostólica “a imitación de María.” En la segunda parte del Blanco y Fin donde se describe la “forma y manera de vida” hay nuevamente varias referencias a los Apóstoles ya que la finalidad de estar despojadas de “todos los afectos y pasiones” es para poder “seguir a Cristo nuestro bien.” La descripción de las exigencias de este modo son tomadas directamente del ejemplo de San Pablo tal y como lo relata en II Carta a los Corintios (6, 5-8).

      Pero en concreto ¿qué significa ser Apóstoles de Jesucristo? Para responder a esta pregunta tomaremos como punto de partida dos textos en los cuales los Fundadores nos han descrito su ideal apostólico.

   

  1. III.Dos textos un mismo espíritu

            En los siguientes dos documentos tenemos el perfil del misionero tal y como ellos lo dibujaron. Estos textos que parecen salidos de la misma pluma ciertamente nacieron del mismo espíritu. Nos referimos al Misionero Apostólico escrito por la M. Antonia y la Carta al Misionero Teofilo que escribió San Antonio Ma. Claret.

            A. El Misionero apostólico.

  1. Origen del texto:

      El más breve de sus escritos y del que menos sabemos referente a la redacción y circunstancias que le movieron a escribirlo. No cabe duda que es de la Madre Fundadora ya que se conserva el texto de letra de la Fundadora en un cuaderno de diez hojas, en el que seis ocupan el texto, las demás están en blanco. Hay datos que revelan la mentalidad de la Madre Fundadora siempre atenta a los detalles como la mención del ahorro en la cocina. También se perciben los errores de ortografía típicos de la Madre. Por ejemplo, no acierta a saber si un subjuntivo termina en “a” o en “e”. Escribe “habla y medita” en vez de “hable y medite”[30]. Sobre todo al hablar de la Pobreza vemos que la llama “la Santa Pobreza, nuestra Madre,” como lo encontramos en otros de sus textos.

No se sabe la fecha ni lugar de composición. La teoría es que dado a que la Madre estaba muy ocupada en la redacción de la Autobiografía entre 1856 y 1857, este escrito es posterior, “quizás antes de salir para España en 1859, en los meses en que Curríus estaba aún con ella, incitándola a escribir.”[31]

  1. Contenido del texto

                        El texto se compone de dos partes:

            Como vemos el texto está enmarcado entre dos partes menores sobre la imitación de Cristo y comunión con El, como si quisiera dejar claro cual es el principio y el fin de la misión. El texto termina recordando al misionero que en todo momento ha de vivir en y con Cristo, escrito que el P. Alvarez siempre llamó una “joya de espiritualidad.” También así lo califica Juan Manuel Lozano en su nota a pie de página en el Misionero Apostólico.[32]

                       

  1. B.Carta al Misionero Teofilo:

  1. Origen del texto

            Sirvió de prólogo a una colección de Sermones de Misión publicados por el P. Claret en 1858. Se dirige a un sacerdote amante de Dios que siente el llamado a ser misionero. El texto ofrece una serie de orientaciones para este sacerdote imaginario. Existe una edición reciente en Cuadernos Claretianos n. 1 con una introducción del P. José María Viñas, cmf (Roma, 1979, 55 pp.) y en San Antonio Maria Claret, Escritos Espirituales (BAC, 1985), edición preparada por el P. Jesús Bermejo, cmf.

  1. El Misionero Teófilo

            Teófilo es un personaje ideal como la Filotea o Teótimo de San Francisco de Sales.[33] Etimológicamente Teófilo significa “amado de Dios.” La creatividad de Claret le lleva a utilizar este género literario para dar unas normas elementales de pastoral misionera. Esta es la mayor evidencia de que para Claret no bastaban los conocimientos necesarios para dar un buen sermón, no se trataba de presentar una doctrina sana. Para él lo principal era que esa persona del misionero conformara su vida con la de Jesucristo. Ese era el mejor sermón. Claret se imagina a un misionero que sin dejar su condición de sacerdote secular se ofrece al Obispo para la predicación. Claret quiere presentarle una guía de vida que sea el apoyo de su predicación.

  1. Contenido del texto

            La carta se divide en cuatro capítulos: la excelencia de la misión, vida apostólica y espiritualidad misionera, conocimiento de los evangelizados y modo de predicar.

  1. Capítulo I: Excelencias de la Misión. La reflexión está basada en el texto de Isaías 52,7 “Dichosos sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz.” En este Capítulo presenta a Jesucristo como “cabeza y modelo de los demás misioneros.” Ser misionero es compartir esa misión del enviado del Padre. Desde el comienzo le presenta la radicalidad con que ha de llevar a cabo esta misión trabajando “día y noche” y aún dispuesto a “derramar la sangre” sin que nada le arredre ni espante. Le da para animarle cuatro motivos:
    1. La preciosidad del alma donde habita la Santísima Trinidad. Comparte lo que ha sido para el y sigue siendo motivación primera: convertir a los pecadores, la salvación de las almas. Hace referencia a esta motivación en una serie de santos: San Juan Crisóstomo, Santa Catalina de Sena, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio y el Venerable Luis de la Puente.
    2. Para demostrar el amor a Dios. Es interesante que para el P. Claret esta motivación es la segunda y no la primera y la presenta muy brevemente.
    3. Predestinación: Citando a San Agustín alega que el que salva el alma del prójimo salva la propia.
    4. Describe las consecuencias de no haberse entregado a la misión “El pecado de omisión es el pecado que hace condenar más sacerdotes.”
  2. Capítulo II: Avisos importantes al misionero. Se trata de nueve avisos que están basados en su propia experiencia.
    1. Oración: Importancia en la vida del misionero.
    2. Retiro: Actitud orante.
    3. Disciplina personal: Mortificar los sentidos en el hablar, vista, comer, beber.
    4. Pobreza: Clave en el testimonio personal.
    5. Combatir el amor a los placeres, riquezas y honores.
    6. Humildad y mansedumbre. Este es el punto que mas desarrolla, como sabemos es la primera virtud que el considera en la Autobiografía (“De las virtudes que conocí había de tener para hacer fruto” #340 ss).
    7. Continúa con la virtud de la humildad la cual considera como el fundamento de las demás virtudes.
    8. Persecuciones
    9. Presenta a Jesucristo, San Pablo y los demás Apóstoles como ejemplos en la vivencia de los sacrificios que exige la misión.
  3. Capítulo III: Qué es el hombre, o sea, el conocimiento que el misionero debe tener de la naturaleza humana. Una antropología en quince puntos. Increíble análisis de la realidad de la persona, sus enfermedades morales y sus causas para poder aplicarle remedio. El P. Fundador sin tener un conocimiento de lo que hoy llamamos “análisis de la realidad,” siempre estudiaba las situaciones antes de dar una respuesta apropiada.

¿Cuál es la comprensión de la persona que encontramos aquí? Las tres fuentes que utiliza son el catecismo en versiones escritas por el y otros libritos (2 veces)[34], los escritos de San Agustín (4 veces) y la Sagrada Escritura (21 veces). Es decir que su fuente principal es la Biblia.

  1. En primer lugar presenta la vocación última del ser humano.

El hombre es criado por Dios a su imagen y semejan­za para que le conozca, ame y sirva aquí en la tierra y después sea eternamente feliz allá en el cielo con el mismo Dios que le crió.[35]

  1. En segundo lugar, su constitución como unidad de alma y cuerpo en la que su triple dimensión de entendimiento, memoria y voluntad son un reflejo de la Santísima Trinidad.[36]
  2. Después explica el pecado y sus efectos. Según él, la causa primera es el amor a la independencia, es el abuso del señorío que Dios dio al hombre[37] y lo aplica a las tres relaciones de la persona:

-Relación con la creación y todo lo creado: Este mismo Dios ha criado todas las demás cosas como medios para que el hombre consiga más fácilmente su último fin; por consiguiente, quiere que el hombre conozca y ame estas cosas como medios útiles para conseguir aquél, dirigiéndolo todo a su mayor gloria y valiéndose de todo para más conocer, amar y servir a Dios, que es su Criador, su Padre y su único fin[38]

– Relación con los demás: Abusando, pues, de esta soberanía, quiso y quiere el hombre extenderse y dominar a los demás hombres… buscan riquezas y honores a fin de sobreponerse a los demás.[39]

– Relación con Dios: no quiere estar sujeto a nadie, ni al mismo Dios[40]

En cuanto a la relación con Dios, refleja su propia vivencia del placer que encuentra en conocer y amar a Dios que le lleva a ese demostrado empeño que será lema de toda su vida: que te conozca y te haga conocer, que ame y te haga amar, que te sirva y haga servir de todas las criaturas[41].

  1. Después explica como funcionan las facultades de la persona y la llamada a buscar la verdad.

  1. Capítulo IV: Materias que se deben tratar en la misión, cómo se deben proponer y qué máximas deben inculcarse con frecuencia. En estos diez puntos explica los temas que ha de tratar en los sermones: los mandamientos, oración, obras buenas, los sacramentos, la devoción a la Trinidad, al Santísimo Sacramento, a la pasión de nuestro Señor Jesucristo, el vía crucis, el rosario, devociones, la lectura de buenos libros, obras de misericordia, la Palabra.

[1] D. Senior, Stuhmueller, C., The Biblical Foundations of Mission, Maryknoll: Orbis, 1983, p. 266

[2] VC 9

[3] Kart Rahner, Love of God and Love of Neighbor.

[4] Sandra Schneiders, IHM, Finding the Treasure, Paulist Press: New York, 2000, p. 313

[5] Caminar desde Cristo, 22

[6] Ibid 298

[7] Caminar desde Cristo, 21-22

[8] Exodo 3

[9] Aut. PC 8  

                [10]Lozano, Una Vida al Servicio del Evangelio. p. 16               

                [11] Aut. PC, 15.

                [12] Ibid, 9b.

[13] Aut. PC 16.

[14] Quien más y más me ha movido siempre es el contemplar a Jesucristo cómo va de una población a otra, predicando en todas partes (Claret, Aut 221)

    [15] En el trabajo sobre la Reforma de Iglesia, Hortensia Muñoz dedica un apartado a la vocación misionera       de Claret.

   [16] Aut. MP, 12

  [17] Lozano, Juan Manuel. Con mi Iglesia te desposaré, Madrid 1974. “La Iglesia en Cristo” p. 57 ss.

  [18] Aut. MP 2, 9

  [19] Aut. MP 3, 5

[20] Paris, Escritos, p. 383

[21] Paris, Diario 53.

[22] Aut. MP, 7

[23] Ibid. “El Padre Claret congregado con sus hijos en el Orden de Apóstoles de Jesucristo…” #32

[24] Aut. MP, 31

[25] Alvarez, Jesús p.40 Las Misioneras Claretianas y la Nueva Evangelización Ayer y Hoy.

[26] Aut. MP, 32

[27] Aut. MP,. 35

[28] Constituciones 1869, Trat. I, cap. 18, 4

[29] Constituciones 1869, Tratado I, cap. 20, 6

[30] Lozano, Juan. Escritos, p. 347

[31] Escritos de María Antonia París, Barcelona 1985, p. 349

[32] Lozano, Juan M. Escritos, p. 359.

[33] P. José María Viñas, comentario a la Carta al Misionero Teófilo, p.8

[34] Claret, Catecismo brevísimo (Las Palmas 1848); Catecismo de la doctrina cristiana explicado (Pla, Barcelona 1848)

[35] Carta al Misionero Teófilo, III, 2 en San Antonio Ma. Claret, Escritos Espirituales (BAC, 1985) De ahora en adelante se citará como CMT.

[36] CMT, Ibid 3.

[37] CMT Ibid, III; 7

[38] CMT III, 8.

[39] CMT III, 8

[40] CMT III, 7

[41] Aut. PC 233

En estos días se está distribuyendo el texto María Antonia París amiga y compañera de camino.