“Todo lo vi en Cristo crucificado” (Ma. Antonia París, Aut. n.6)
2 abril 2021En el mundo actual, aún en confinamiento y pandemia, se escuchan muchos clamores de Cristos que siguen crucificados, gente desesperada. Familias agobiadas que sienten el peso de sus dolores y aflicciones y parecen estar abandonadas hasta por el mismo Dios. ¡Y eso que Éste se presenta como Padre y Salvador!
Los seres humanos estamos divididos en varios grupos: los afligidos, los pobres de la tierra, los menospreciados, los abandonados y excluidos, por una parte; los opresores y prepotentes, quienes con su egoísmo y afán de poder y de tener, menosprecian y oprimen; otro grupo lo conforman quienes aparentemente llevan una “vida normal”, encerrados en sus comodidades y disfrutando de su bienestar. Y, por gracia de Dios, está el grupo de quienes buscan ser los oídos del Dios de la Vida entre la gente, para captar el clamor angustioso de quienes más sufren.
Mirar esta realidad desde Cristo Crucificado, en viernes santo, nos debe llevar a re asumir el reto presentado por Jesús el Hijo de Dios, a quienes le siguen, si nos consideramos dentro de ellos y ellas: hemos de tener un oído en el pueblo y otro en Dios.
En el pueblo, para escucharle en sus gritos y clamores y hacerlos llegar a Dios como hijos suyos con quienes hacemos que venga su Reino y en Dios, para recibir su Palabra llena de ternura, de amor perfecto y de misericordia… y desde ahí realizar nuestra misión evangelizadora de “anunciar el Evangelio a todo Criatura”. Tenemos la obligación de hacer sentir a nuestra gente sufrida y menospreciada que les espera, con nuestra cooperación pero sobre todo con la gracia de Dios, la plenitud de ese amor divino que los acobija y nos cobija a todos y todas… Entonces su Palabra, eco de la de Cristo en la Cruz, no será de desesperación ni de conformismo, sino de confianza oculta en el Dios de la vida como lo supo hacer Jesús en la cruz, cuando dejó salir de lo profundo de su ser estas palabras “DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?”. (Mt 27,46)
Es tiempo de ayudarnos, sabiendo que todo cuanto nos hacemos lo hacemos al mismo Jesucristo, que dijo: “lo que haces a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo haces”… (Mateo 25,40). Solo quien escucha y se solidariza con el grito de Jesús en los otros, es capaz de ser y hacer humanidad resucitada.