Alegría con sentido

11 diciembre 2021

En este tercer domingo de Adviento el evangelista Lucas nos habla (Lc 3, 10-18) del testimonio de Juan Bautista, el precursor. La predicación de Juan se concreta en la relación fraterna, en la práctica de la justicia, en la renuncia a la violencia y en la ética profesional; dimensiones que llegan a todo ser humano y ponen de manifiesto que la salvación alcanza a todos. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino. La conversión es un cambio de conducta más que un cambio de ideas. Convertirse es actuar de manera evangélica.

San Pablo, a su vez, nos dice que estemos alegres; alegres por la venida del Señor, por mantener la esperanza, por situarnos en proceso de conversión y por compartir con los hermanos la cena del Señor. En la Biblia, la alegría acompaña todo cumplimiento de las promesas de Dios. Esta vez el gozo será particularmente profundo: “El Señor está cerca” (Flp 4,5). La práctica de la justicia y la vivencia de la alegría nos llevarán a la paz auténtica, al Shalom (vida, integridad) de Dios.

“¿Qué debemos hacer?” (Lc 3,10) La respuesta de Juan Bautista no es teoría vacía. Es a través de gestos y acciones concretas de justicia, respeto, solidaridad, y coherencia cristiana, como demostramos nuestra voluntad de paz, así vamos construyendo un tejido social más digno de hijos de Dios, vamos conquistando los cambios radicales y profundos que nuestra vida y nuestra sociedad necesitan. Pero para eso, es necesario purificar el corazón (y enseñar y ayudar a otros a lo mismo), dejarnos invadir por el Espíritu de Dios, liberarnos de las ataduras del egoísmo y el acomodamiento, y disponernos con alegría, esperanza y entusiasmo a contribuir en la construcción de un futuro no remoto más humano, expresión del Reino de Dios que Jesús nos trae.

En estos días se está distribuyendo el texto María Antonia París amiga y compañera de camino.