Vida misionera en el país de los cerezos en flor, Japón
14 febrero 2023Dejar la patria y vivir en el país de las maravillas no es nada extraño para un misionero de Cristo, como decía nuestra fundadora Ma. Antonia Paris, “el mundo entero es patria para el misionero de Cristo”. Dejamos nuestros hogares, pero encontramos un nuevo hogar; estamos lejos de nuestras familias pero nos une el mismo espíritu en esta familia claretiana.
Nuestra comunidad está compuesta por hermanas japonesas, vietnamitas e indonesias. La diferencia de edad entre las hermanas japonesas y las extranjeras (vietnamitas e indonesias) es bastante grande. Sin embargo, la diferencia de edad no nos hace reacias a relacionarnos y comunicarnos. Nos dimos cuenta de que estas diferencias son en realidad una oportunidad para aprender unas de otras; nosotras, las hermanas jóvenes aprendemos de ellas la sabiduría y el testimonio de la vida y ellas saborean la alegría que traemos y vivimos. Nosotras, las hermanas jóvenes experimentamos su acompañamiento. Por otra parte, los miembros de esta comunidad proceden de orígenes, culturas, lenguas, perspectivas y personalidades diferentes. Sin embargo, esta diversidad no es un obstáculo para vivir nuestra vida comunitaria, para vivir y difundir la Buena Nueva del Señor en nuestra vida cotidiana. También nos inspira a estar más abiertas a la nueva realidad y a salir de nosotras mismas y de nuestras zonas de confort.
Vivir en un país desarrollado, estar con gente que no es cristiana, la sociedad que siempre está en hora punta, centrarse en el objetivo que la gente necesita percibir y mirar hacia adelante para encontrar y mejorar la tecnología son un reto para nosotros en el cumplimiento de nuestra misión. Al principio, viendo y presenciando este tipo de realidad, hay algunos pensamientos que entran en nuestro cerebro. “La apretada agenda puede hacer que la gente se olvide de detenerse un momento, de recordar y ver la fidelidad de Dios que nos acompaña en cada paso de nuestra vida. Quizá perdamos la oportunidad de alabar y dar gracias al Señor”. Sin embargo, permanecer más tiempo aquí y emerger nosotros mismos en la realidad, inconscientemente también nos sentimos atraídos por esta sociedad.
Ahora, a pesar de vivir en estas realidades desafiantes, nuestra tarea no es enseñar a la gente cómo tener una buena forma de vida (los japoneses tienen una buena forma de vida en la sociedad) sino cómo plantar en el corazón de la gente en nuestra misión los Valores Cristianos. Con pasión, introducirles el estilo de vida de poner a Jesús como centro de nuestras vidas no a nuestra propia capacidad. Para evangelizar no basta con decir buenas palabras a la gente, sino que también es muy importante el testimonio de nuestra vida, como dice el proverbio: “la acción dice más que las palabras”. En la parroquia a la que pertenecemos, la mayoría de los bautizados (convertidos al cristianismo) son los antiguos alumnos de nuestro jardín de infancia y los que trabajan con nosotros en nuestros centros. Esperamos que, a través de nuestra misión, la Palabra de Dios pueda llegar al corazón de la gente.
Comunidad de Takatsuki, Japón
Hna. Emi Ndung, RMI