165° aniversario de la fundación del Instituto

25 agosto 2020

Recodando los comienzos de la Congregación, María Antonia escribe en una carta: “todo lo tengo dejado a Dios que no se muda: yo nada tengo en la obra que Dios me confió; mío no hay nada; solo por obediencia trasladé a papel lo que Dios me mandó guardar”. (Epistolario, C. 252)

En este día reconocemos una vez más que nuestra familia religiosa es un don de Dios; que somos regalo, fruto de la gratuidad de Dios que obra en la historia y se inclina sobre la humanidad sufriente, dirige su Palabra y la cuida, realiza el Reino. Todo esto a través de personas que se dejan llevar por su Espíritu, personas que como París y Claret no solo escuchan noticias sino se hacen cargo de ellas a los pies de la Cruz.

Como nuestra vida es fruto del amor, así es la vida de nuestra comunidad congregacional: venimos del amor y en él queremos permanecer fieles. Este amor y la fidelidad se entretejen en la realidad cotidiana hecha de gestos, decisiones, de opciones en la misión.

Reconozcamos este don de Dios que somos y renovemos nuestra fidelidad. Hagámonos cargo de la realidad concreta que vivimos, pidiendo a Dios la gracia de conocer el modo de realizarlo, siendo fieles a nuestra misión principal de testimoniar el Evangelio, de cualquier forma. Es lo esencial y vital de nuestro carisma claretiano (cf. DC 2017, 9).

¡Feliz día de la Fundación, para todos quienes comparten el mismo espiritu!

En estos días se está distribuyendo el texto María Antonia París amiga y compañera de camino.