De promesas de Dios

15 agosto 2022

Cada año, el 15 de agosto, evocamos la fiesta de la Asunción de María al cielo. La “Asunta”, como se le suele llamar es una mujer, María de Nazaret, madre de Jesús y madre nuestra, que fue “elevada” o que realizó su “tránsito” de la tierra al cielo. Si bien los misterios escapan a la razón, la fe auxilia a la fragilidad cuando regala la certeza de la esperanza de la humanidad: la posibilidad de hacer ese mismo camino. Ello nos llena de una alegría serena, nos enseña a contemplar la historia con una mirada alargada, y nos sumerge en ese río de creyentes de un Dios que sabe cumplir sus promesas.

Otro 15 de agosto, precisamente de 1851, “día de la Asunción de María Santísima” viene a nuestra memoria y habla, a quienes seguimos cordialmente las huellas del carisma de París y Claret, de un acontecimiento que sella los orígenes de la congregación. Nos recuerda un voto, un compromiso realizado por cinco jóvenes (María Antonia, Florentina, Rosa, María y Josefa), dispuestas a darlo todo y entregarse a Dios y a su proyecto: la promesa de no separarse entre sí e ir a cualquier parte del mundo para anunciar la Buena Nueva. Voto de unión fraterna y disponibilidad misionera, ya antes de la fundación misma del Instituto. Nos remonta a las raíces de nuestra identidad carismática, con esa particular frescura inicial, acunada en la docilidad al Espíritu.

El puente del tiempo nos sitúa hoy en un presente cargado de desafíos. Con llamadas nuevas, que en realidad son las de siempre: necesidad de reconocer al hermano en la justicia para que haya paz; disponibilidad a salir y comunicar la alegría de la salvación que trae Jesús con su reino de amor y la certidumbre de un Alguien (Dios) y un más allá que nos espera donde también está ella, la Virgen Madre, Asunta, presente, como fue y es lo suyo siempre. Un puente del tiempo en el que se nos ofrece la posibilidad de mirar con ojos cargados de novedad 170 años de promesas cumplidas en Cuba y, desde allí, hasta tantos lugares del mundo, como celebramos este año 2022.  

Las promesas que Dios ‘ha cumplido’ no sólo nos esperan al momento de nuestra “subida” o “tránsito”; podemos aprender a contemplar y encontrarlas; afinar los sentidos espirituales, la capacidad de silencio y contacto con el misterio y así, unidos en una danza del Espíritu, celebrar la comunión que se nos regala en la vida y gozar con alas de creatividad y disponibilidad del hacer y hacernos fácil el camino hacia la Vida.

En estos días se está distribuyendo el texto María Antonia París amiga y compañera de camino.