Una llamada universal
1 noviembre 2025Hoy celebramos a todos los santos: no sólo a los conocidos que aparecen en los altares, sino también a esa multitud silenciosa de hombres y mujeres que vivieron su fe en lo cotidiano. Son las madres que sostuvieron la esperanza, los trabajadores que obraron con justicia, los jóvenes que se mantuvieron fieles, los que amaron con sencillez, los que perdonaron sin ser comprendidos.
Esta fiesta nos recuerda que la santidad no es un privilegio de unos pocos, sino una llamada universal. Es posible ser santo en la comunidad, en medio del trabajo, de la familia, del compromiso social; allí donde se siembra amor, se construye paz y se vive con autenticidad.
El Evangelio de las Bienaventuranzas nos muestra el camino: la santidad se parece más a la mansedumbre que al éxito, más al servicio que al reconocimiento. Ser santo es dejar que el amor de Dios se transparente en nuestra vida diaria.
Hoy, al mirar a los santos y sobre todo a San Antonio María Claret y a la Venerable María Antonia París, reconocemos también nuestra propia vocación de religiosas y laicos: la de vivir el Evangelio con alegría, humildad y esperanza, sabiendo que la santidad se teje acercando los mismos gestos simples de Jesús, cada día, a cuantos encontramos en nuestro camino.
